General conclusions of Pierre Chastang in his book about the writting of cartularies in the Bas-Languedoc (France, XI-XIIIth centuries)
Introducción
Presentamos seguidamente una traducción libre de las conclusiones de la obra de Pierre Chastang, uno de los últimos y más conseguidos trabajos sobre el mundo de los cartularios. Chastang trabaja sobre una serie de códices creados en diferentes fases entre los siglos XI y XIV en esta región meridional de Francia. Enfoca los cartularios, no como meros códices diplomáticos, sino como codices en relación a su contexto cultural: el cartulario está en estrecha vinculación con el archivo, uno de los ejes de investigación que comienza a ser valorado por los investigadores; y, sobre todo, como producto escrito en relación con el contexto de las relaciones de poder en las sociedades feudales de su tiempo. Los cartularios estudiados son los producidos fundamentalmente por las iglesias catedralicias y los obispados de Montpellier, Agdé y Marsella. En ellos se verifica la evolución de las prácticas documentales producidas en el entorno del derecho romano visigótico (Liber Iudiciorum), los conflictos provocados por la reforma cluniacense que dieron lugar a la reconstrucción del espacio de las instituciones eclesiásticas mediante una lectura jurídico de los documentos de su archivo; así como el movimiento de reforma de los cabildos catedralicios a partir de las separaciones de las mesas capitular y episcopal en el siglo XII. En este contexto, se estudia la aparición del clérigo o canónigo jurística, fundamento del notariado público o tabelionato de la región a mediados del siglo XII. Chastang analiza como son producto de la expansión de derecho romano vulgar desde Italia hacia el resto de la Cristiandas medieval.
Una lectura nueva para el investigador español consiste en comprobar, a su vez, la tesis de M. Zimmermann sobre las instituciones jurídicas y documentales visigóticas en la zona de Cataluña, donde se asiste a un proceso de iniciativa política de la mano de las instituciones documentales, políticas y sociales, paralelas si no idénticas a las del occidente peninsular. Desde ese punto de vista, ¿no serían equiparables a las iniciativas políticas de expansionismo por parte de los reyes emperadores de Galicia-León-Castilla con las iniciativas de los condes catalanes que desembocan en la dinastía real aragonesa? Instituciones como la renovatio scripturae y las cláusulas de testamentos y otros documentos así lo parecen mostrar. La tradición visigótica es idéntica, pues el midi francés presenta instituciones herederas de la Lex romana wisigothorum muy parecidas a las del Reino de León, como las que vemos en las escrituras de los archivos y cartularios gallegos, que hacen patente la tradición documental e institucional de los hispani frente a los carolingios y a los condes francófonos. Tanto en los condados catalanes como en el Reino de León pareciera que entre los siglos VIII al XI hubo una tendencia a la restauratio de la tradición visigótica.
Antes de pasar a nuestra versión traducida, debemos incidir en la idea de P. Chastang en abordar los cartularios medievales, no como simples registros de documentos copiados o códices diplomáticos, los Kopialbücher de la tradición codicológica medieval europea, sino como secondary records, según las líneas de la investigación anglo sajona. Término que implica una relectura de los documentos, una revisión de la evolución de las cláusulas, de los sistemas de transcripción, del cotejo con los documentos originales que se pudieran conservar en los archivos de las instituciones, y demás relaciones documentales, que ayuden a desentrañar el complejo mundo de evoluciones y relaciones que descansan en los documentos.
Su obra sobre la redacción de cartularios en el Bajo Languedoc francés se esfuerza por no reducir estos códices medievales a simples registros, Kopialbücher en la terminología, sino situar su redacción en el ámbito más amplio de la historia social de las prácticas medievales de la escritura. Chastang indica expresamente que “no existe escrito sin escritura y que la operación de compilación de los documentos no se escapa de estas reglas”.
Traducción
El estudio de P. Chastang se ha construido a partir de tres ejes principales:
- La construcción de la memoria de las instituciones eclesiásticas en el contexto de la organización institucional, que desde finales del siglo XI, jugaron un papel esencial.
La aparición de nuevas formas de concepción del espacio (spacialité) que son inseparables del proceso de encastramento (incastellamento) y de la reforma gregoriana. Estos condujeron a difuminación progresiva de las antiguas estructuras (cadres) heredadas del período carolingio. - La producción, mediante documentos escrito que no son, ni un reflejo de la realidad, simples instrumentos (artefact), de una morfología social.
- Chastang constata, como Patrick Geary había subrayado ya en sus trabajos, que una desconocida hasta entonces necesidad de memoria aparece a lo largo del siglo XI. El contexto reformador condujo a las instituciones eclesiásticas a sondear su propio pasado, rebuscando en los archivos disponibles. En la zona meridional de Francia (Midi) esta búsqueda raramento tomó la forma de un relato; y son los instrumenta conservados en el archivo (chartrier) los que llamaban la atención de los clérigos. Cada institución, dependiendo de su propia historia y como consecuencia de sus propias tradiciones memorísticas, es muy distinta, en función de la clasificación de sus cartularios, de su profundidad histórica y de la periodización del pasado a partir del que trabajaban los escribas. Reformar, para los monjes benedictinos, consistía en relacionar el período contemporáneo con una edad dorada, la de su fundación, a la que los escribas se aplicaron a restarurar de la manera más favorable posible. Para ellos, la reconstrucción patrimonial que comenzó a finales del siglo X, mantenía un contínuo diálogo con los tiempos carolingios. Por ello, las referencias al poder imperial y real jugaba un papel central. Encontramos esta omnipresencia del pasado carolingio en los cartularios de los obispados que exhumaban voluntariamente los documentos del siglo IX y del X para apuntalar la posición de la institución comitente en los conflictos por el fraccionamiento de los derechos públicos que surgieron a lo largo del siglo XII. Las conónigos fueron, por sí mismos, hombres sin pasado. El movimiento de restauración de diezmos y de iglesias de la diócesis, que comenzó hacia 1070, determinó la amplitud histórica de los cartularios de los capítulos del siglo XII.
Este trabajo de organización archivística suscitaba en los medios monásticos y catedralicios una interrogación sobre la autoridad que debía acordar la escritura y la memoria de la comunidad en la elaboración de los códices. Intervino una ruptura hacia 1070/80 y es a partir de este período histórico cuando el pasado y los archivos son contemplados. Este trabajo reservaba en un primer momento un lugar importante a la memoria de la comunidad como fuente de autoridad. La necesidad de formalizacón y la búsqueda de autenticidad no son ya sinónimos de respeto al documento original. Todos los documentos conservados en el archivo (chartrier) entraban en la constitución de las agrupaciones documentales (dossiers) de los cartularios y los escribas no eran autorizados, por la elección y la interpolación de documentos, a producir una “síntesis” que garantizara los derechos de la Iglesia. Estos años de 1070/1080, que no representan una ruptura en la realidad de las relaciones sociales, corresponden pues a una época de toma de conciencia por los contemporáneos de los cambios acaecidos durante el siglo precedente. Se asiste ahora a la elaboración de los memoriae de la sociedad feudal. Este esfuerzo desplegado por los hombres del siglo XI para arraigar el presente en un pasado lejano, en gran medida reconstruido, notifica que la ruptura es patente. El movimiento de formalización produjo mientras tanto en su desarrollo importantes transtornos culturales y sociales. La acción de los diferentes grupos es siempre tributaria de esta “realidad” construida por el archivo y por la escritura. Desde este punto de vista, el siglo XII se caracterizaría por una doble evolución: por una parte, se asiste a la generalización, en el contexto del renacimiento del derecho romano, del respeto al documento original, y, por otra parte, a la difusión de la escritura gracias a la emergencia del notariado público. Paralelamente, el valor probatorio del documento escrito se acrecienta en los procedimientos de resolución de conflictos. Los redactores cambiaban generalmente la exhaustividad y organizaban sus agrupaciones documentales según el principio de la genealogía patrimonial.
La redacción de los cartularios testimonia igualmente un esfuerzo de ordenación espacial. El señorío es frecuentemente considerado y construido [apreciése que no se dice reconstruido] por los redactores de los cartularios como una suma de res pertienentes organizados y unificados. Esta afirmación del dominium eclesiástico modifica pronfundamente las relaciones que unían a la Iglesia y a los laicos, así como el lugar y el significado detentados por la donación piadosa. Por otra parte, en este nuevo contexto es cuando la fabricación por los monasterios de modelos de lantidad laica tome todo su sentido; todos ellos contribuyeron a redefinir las relaciones que unían a la aristocracia y la Iglesia. La manera de construir los espacios señoriales por la redacción de los secondary records [expresión de Patrick Geary para los documentos transcritos en los cartularios] varía según que se trate de abadías benedictinas, de capítulos catedralicios o de obispados. Los dispositivos textuales de defensa del patrimonio y los sistemas de descripción de la propiedad eclesiástica no son idénticos. Hacia 1070, en la abadía benedictina de Gellone, las estructuras de división del espacio regional heredadas de la período carolingio continuaron teniendo un lugar central. En el medio monástico, las reliquias y el santo en virtud de los que se habían establecido son consagrados jugando un papel primordial en la descripción de la defensa del patrimonio. Los dispositivos textuales producidos a comienzos del siglo XII lo testimonian. Por el contrario, los canónigos consideraron más sus bienes como los “fragmentos” de la Iglesia universal. Salidos de familias de la nobleza militar (castral), se asimilaban rapidamente a la nueva polarización del espacio inmediato al proceso de encastramiento (incastellamento). La clasificación de sus codices, en virtud de las iglesias restituidas de elementos importantes de la organización del poder local, presenta un espacio encastillado en el seno del cual el territorium castri es la división espacial estructurante. Es así sobre el terreno del derecho cuando los canónigos comenzaron a crear las eficaces líneas de defensa patrimonial. La difusión progresiva del derecho romano en el Bajo Languedoc a lo largo del siglo XII acentuaba una evolución del trabajo de los scriptoria de las abadías benedictinas, aunque más tardíamente, también en su interinidad. A comienzos del siglo XIII, se asiste a nuevos cambio; no en el sentido del contexto jurídico y cultural que surgió progresivamente después de 1150. Los cartularistas no buscaban más censar de manera exhaustiva el conjunto del patrimonio de la institución. El cuidado, frecuentemente expresado en los prefacios, de disponer con el cartulario un duplicado de los documentos, que limita el riesgo de la desaparición de los archivos, no era mostrados más. Cartularios y archivo (chartrier) son frecuentemente conocidos de manera coplementaria. En los cartularios nos aparecen más que los elementos del patrimonio eclesiástico que subsisten de contestación por terceros. Los cartularistas, con profundos conocimientos jurídicos, constituían constituían agrupaciones documentales (dossiers) que defendían los derechos adquiridos por la Iglesia: reagrupan los documentos justificativos y las piezas de los procesos judiciales. Paralelamente, la evolución del señorío y de sus estructuras de prelación conducía a los redactores no solamente a transcribir los documentos de gestión que estarían hasta ese momento abandonados, pero también a acordar un nuevo lugar a los lazos personales en los que el contenido y la naturaleza se precisaban ahora.
La escritura de los cartularios mantenía lazos estrechos con las otras producciones textuales meridionales, que buscaron relatos hagiográficos, crónicas o textos literarios. Un respeto a la tipología documental tradicional prohibía frecuentemente a los historiadores tener en cuenta estas relaciones intertextuales. Esta apertura a la variedad de las “escrituras” documentales y literarias permite no suponer a priori los tipos de producción textuales a los grupos sociales particulares pero restituir, al contrario, las profundizaciones y las “comunidades textuales”. Ests prácticas de la escritura debían ser tomadas como objeto de una historia total que enlaza y no separa las formas culturales del contexto social de su emergencia y de su desarrollo, de manera a no caer ni en una Geistgeschichte ni en la descontextualización consiguiente a ciertas posiciones de la historia cultural anglo-sajona actual. A partir de la década 1070/80, las cartas meridionales se esfuerzan pro describir el mundo y la sociedad contemporáneas y de producir una representación ordenada. La difusión de la cultura jurídica en los medios eclesiásticos meridionales, en particular los capítulos catedralicios, acaba por dotar a los clérigos de un “utillaje mental” que favorecía la deducción de los principios y de los conceptos a partir de la fusión de los hechos y de las situaciones. ¿Cuál es el papel de la imagen de la sociedad que escribas y letrados meridionales se esfuerzan por construir? El escrito es a la fuerza un espejo de las estructuras sociales del período feudal y un artefacto por el cual las cartas organizaban las representaciones que la sociedad se hacía de su propio funcionamiento y de las relaciones de poder que lo organizaban. Existe una eficacia propia del escrito como había remarcado G. Duby en su lección inaugural pronunciada en el Colegio de Francia: “el sentimiento que tenían los individuos y los grupos de su respectiva posición, y las conductas que dicta este sentimiento, no son jamás dictados por la realidad de su condición económica, sino por la imagen que ellos tenían, la cual nunca es fiel, pero siempre templada por el juevo de un conjunto complejo de representaciones mentales”. Los cartularios participan plenamente en la producción de estas “representaciones mentales” referidas por el escrito. La sociedad meridional toma forma pro el trabajo de la escritura. Los espacios, los grupos sociales, los recintos del poder y los modelos de relaciones sociales son inventados y / o activados por la definición de las fronteras y por la puesta en obra de un trabajo memorístico que sondea y reconstruía un pasado en el que el presente se esfuerza en descubrir las justificaciones. Estos son cambios importantes, pero no transtornaron las relaciones de dominación tan profundamente como pretendían los historiadores anglo-sajones de la escritura. Algún grupo clerical distinto no emerge a lo largo del siglo XII y no confisca en su beneficio, por su maestría de la escritura, los mecanismos de producción de una norma social que de las prácticas hasta ese momento consuetudinarias permitirían considerar como más igualiatarias. Algún grupo clerical cultural homogéneo no aparece en Languedoc y la escritura, lejos de ser acaparada por algunos de ellos, se difunde al contrario, por parte del notariado, en la mayor parte de la sociedad. No se está lejos de un monopolio de los clérigos literati y es sin dudas una de las direcciones a seguir para comprender el arraigo regional de la heregía cátara.
Las nuevas redacciones de cartularios aparecen a comienzos del siglo XIV; la más famosa es la monumental compilación de documentos de la Iglesia de Maguelone impulsada pro el obispo Arnaldo de Verdale. Se trata de un trabajo de historia erudita que trata de recopilar el conjunto de pergaminos en ese momento disponibles, que de cartularios tales que hemos descrito para los siglos anteriores. Los volúmenes que Arnaldo de Verdale hizo compilar son Kopialbücher y hacen ver junto a la crónica que redactó paralelamente para ver aparecer un verdadero trabajo de fabricación de la memoria.
Los codices, como todo documento, son fabricados y la restitución del contexto y de las complejidades de su elaboración ofrecen una clarificación indispensable sobre su significado histórico. Los procesos de elaboración no puede y no debe estar separado de la forma y del confenido final del documento. Este minucioso trabajo de deconstrucción no conduce a una fragmentación del sentido pero permite recuperar la menra por la que los hombres de la Edad Media construían por medio de la escritura la realidad en la que vivían.
BIBLIOGRAFÍA
Pierre CHASTANG: Lire, écrire, transcrire. Le travail des rédacteurs de cartulaires en Bas-languedoc (XIe-XIIIe siècles). Paris : Éditions du CTHS, 2001 ; pp. 423-427. [ISBN 2-7355-0472-7]
Traducción libre por
Alfonso Sánchez Mairena
Cuerpo Facultativo de Archiveros, Bibliotecarios y Arqueólogos