29 octubre, 2007

NUEVO CATÁLOGO DE CARTAS DEL OBISPO DE GERONA (s. XIV). EL REGISTRO DEL SELLO MENOR EPISCOPAL DEL ARCHIVO DIOCESANO GERUNDENSE

BISHOP's OF GERONA NEW CATHALOGUE OF LETTERS, Spain (XIVth century). The bishop's Minor Seal Register at the Diocesan Archive of Gerona. / NOUVELLE CATALOGUE DES LETRES DU L’ÊVEQUE DE GERONA, Espagne (XIVéme siécle). Le registre du Sceau minor épiscopále du l’Archive Diocesane de Gerona.

En el mes de mayo del presente año 2007, ha sido publicado el volumen titulado Lletres del Bisbe de Girona. Segle XIV = Cartas del Obispo de Gerona. Siglo XIV. Consiste en una edición en rústica con un cuidadoso aparato crítico a cargo de Jaume de Puig i Oliver y Josep M. Marquès i Planagumà.

El volumen consta de 745 folios distribuidos en tres grandes apartados: una introducción, el catálogo propiamente dicho y un apéndice de índices. La introducción comprende un exordio de los autores que explica la finalidad y los criterios que fundamentan la selección documental que forma el catálogo, seguido de una descripción codicológica de los distintos libros registros de cartas del archivo diocesano gerundense, y unas páginas dedicadas a agradecimientos y siglas utilizadas.

La selección documental del catálogo recoge documentos de los episcopados de los obispos Bernardo de Vilamarí (1292-1312), Pedro de Urrea (1325-1328), Gastón de Moncada (1328-1334) y Arnaldo de Montrodón (1335-1348), ordenados cronológicamente.

El capítulo dedicado a los índices se divide en tres secciones: antroponímicos, geográficos y de materias. Cada sección se ordena alfabéticamente mediante el término y la indicación de las páginas de catálogo donde aparece mención, ya sea en el regesto, en el texto transcrito y editado, así como en el aparato crítico desarrollado en las notas a pié de página.

La fuente documental usada es el registro de cartas del Archivo Diocesano de Gerona, formada por 221 volumenes que abarcan el período extremo de 1294 a 1619, que a su vez fue continuada por el denominado registro de protocolos de cartas que llega hasta 1916. En realidad es una serie documental, pero está dividida en dos subseries en virtud del formato codicológico, la primera tiene tamaño folio y la segunda de medio folio. Los registros de cartas se componen de un total de 317 volúmenes o legajos.

Problemática de las fuentes eclesiásticas medievales

Los autores son conscientes de la fuerte tendencia general a pensar que las noticias de un archivo eclesiástico son necesasriamente parciales, porque se refieren sobre todo a aspectos religiosos – para decirlo mejor: de repercusión religiosa – de las acciones que allí se documentan.
El trabajo sobre la documentación eclesiástica puede ser “injustamente” dejada aparte en la historiografía reciente, a favor de los archivos civiles. Pero el archivo diocesano de Gerona, como ejemplo de su serie, presenta una gran riqueza informativa que no puede dejar indiferente a un historiador escrupuloso, pues los obispos, no sólo los de Gerona, sino en general para el período bajo medieval, habían conseguido una compleja maquinaria administrativa, en la que el control de los documentos emanados en la actividad diocesana eran un importante instrumento de poder y de gobierno, eclesiástico y temporal.

De forma muy breve, se indica que, no solo existía un depósito central de documentación, el archivo diocesano, sino que las cartas revelan que también cada bailía, cada monasterio, por pequeño que fuera, disponía de sus cartularios y de sus fondos documentales, algunos bien antiguos, y comoeran importantes instrumentos para la defensa y la reivindicación de los derechos y propiedades, así como muy importantes en la solución de conflictos.

Cartularios gerundenses civiles y eclesiásticos

En el estudio crítico de este catálogo de cartas a partir de los registros de correspondencia episcopal del Archivo Diocesano de Gerona, los autores han contrastado otras fuentes que contienen documentos coetáneos. Con ello se consigue un magnífico aparato crítico en el que se identifican los personajes documentados, siendo de gran valor las biografías de obispos, canónigos y notarios de la iglesia de Gerona. Los autores han consultado los siguientes cartularios, además de una importante serie de catálogos documentales:

· Llibre Verd de la ciutat de Girona (1144-1533), Christian GUILLERÉ (ed.). Lérida: Ayuntamiento de Gerona - Fundación Noguera, 2000, 746 p.
· Llibre Vermell de la ciutat de Girona (1188-1624), 4 vols. Griselda JULIOL i ALBERTÍ (ed.). Ayuntamiento de Gerona - Fundación Noguera, 2000. 2092 p.
· Cartoral, dit de Carlemany, del bisbe de Girona, (s. XI-XIV), Josep M. MARQUÈS (ed.). Barcelona: Fundación Noguera, 1993. 2 v.

Merece la pena detenernos en el tradicionalmente denominado Cartoral de Carlemany, con documentos de los siglos IX al XIV. Donde se ha venido valorando tradicionalmente en esa denominación el contenido, y sólo una parte de él, pues los documentos coetáneos al período carolingio serían sólo los de los siglos IX y X, mientras que el grueso de códice diplomático pertenecen al resto de siglos.

De hecho, este cartoral o cartulario es un códice de los obispos de Gerona, compilado en el siglo XIV, concretamente en el pontificado de Pere de Rocabertí, hermano del arzobispo de Tarragona, Guillem de Rocabertí (1309-1315). Pere fue canónigo gerundense desde 1296, siendo menor de edad, y vicario general de Gerona a partir del 1313 del obispo Guillem de Vilamarí (1312-1318). Estudió derecho entre 1305 y 1308. Mando copiar muchos pergaminos y ordenó la confección de un cartulario que completa el denominado “Cartoral de Carlemany” (s. IX-XIV), actualmente conocido como “Cartorale de Rubricis coloratis” o “Cartoral de Rúriques Vermelles” = “Cartulario de Rúbricas coloradas”.

Este catálogo de documentos del siglo XIV nos aporta una importante noticia acerca del valor jurídico de los cartularios. En concreto, en una carta de 1346 el obispo Arnau solicitaba a las monjas de Valdemaría que le enviaran los documentos relativos a la propiedad de la masía de Bosch en San Gregorio, puesto que el lugarteniente del baile general de Cataluña contradecía los derechos del obispo a la propiedad adquirida indicando que formaba parte de la jurisdicción real del castillo de Tudela. El obispo solicitó a las monjas que le mostraran los documentos más antiguos sobre la propiedad, y que buscaran en su cartoral por si había alguna escritura que fuera útil en el proceso. No obstante, nos queda la duda, de si el término cartoral se refiere aquí objetivamente a un cartulario o, si por el contrario, se refiere al arca con los documentos originales del monasterio, es decir, a su archivo.

La cancillería episcopal

Estos registros de cartas episcopales reflejan la actividad de la cancillería episcopal, en concreto los documentos sellados con el sello menor del obispo. En ella actuaba un canciller, equivalente en sus funciones a los maestrescuelas de los estatutos de las iglesias bajomedievales castellano-leonesas.

Entre los notarios o escribanos episcopales destaca la figura de Bernat Verdaguer que actuó entre 1336 y 1360, fundamentalmente en la denominada curia del sello.

Las funciones controladoras de la producción documental por parte de esta cancillería del obispo aparecen en una carta de 1344, cuando se condenaba a un clérigo de la parroquia de San Esteban de Guialbes por haber quitado una carta del obispo a un correo y haber roto el sello, violando el contenido y el secreto del documento episcopal.

Los clérigos juristas y las “Consuetudines Dioecesis Gerundensis

Destaca la figura del clérigo jurista, generalmente un canónigo que ha estudiado en la escuela de la catedral, que realizan importantes carreras eclesiásticas dentro de la Seo, en Roma o en la administración real. La figura de canónigo jurista está por estudiar en nuestro país, y supone una de las más significativas personalidades que más influyeron en el desarrollo de los capítulos catedralicios, las bibliotecas catedralicias y episcopales, en el asesoramiento de los obispos y en la creación del entramado administrativo, del que los archivos eran una parte integrante. Las compilaciones eclesiásticas bajomedievales, en forma de Costumbres (Consuetudines), Estatutos y Concilios provinciales o diocesanos son el mejor instrumento donde se refleja la actividad de estos clérigos especializados.

En Gerona destaca el caso de Gispert de Fulcarà (m. 1348), eclesiástico de intensa carrera en la Iglesia gerundense. Fue profesor de derecho en el Estudio General de Lérida. Como jurista influyó en las “Consuetudines Dioecesis Gerundensis”.

Según los autores de este catálogo, las cartas recopiladas en esta obra son una generosa fuente de noticias de interés local, en las que se puede observar las prácticas y usos feudales del obispado de Gerona, que por otro lado, fueron codificados en las Consuetudines Dioecesis Gerundensis.

También se destaca el caso de Arnau de Vivers, uno de los juristas gerundenses más destacados del s. XIV. Hizo carrera en la judicatura de las veguerías (vicarías) de Gerona y Besalú; fue consejero de Pedro III de Aragón, así como síndico, y jurado en 1337. Influyó en las “Consuetudines” debido a que en la compilación primitiva de estas costumbres se dice que ... “erant scripte in libro Usaticorum venerabilis Arnaldi de Vivariis, cum alio qui incipit Iure consuetudinario”.

El Scriptorium de la Iglesia de Gerona

Por las notas del aparato crítico se evidencia la existencia de un Scriptorium de la Iglesia gerundense, sin que podamos adscribirlo a la Seo o catedral, o al ámbito del obispo.
En el texto de la primera compilación de las “Consuetudines Dioecesis Gerundensis” se indica que el jurista de esa iglesia, Pere Serra –actuó como tal entre 1363 y 1395- había escrito un libro de derecho.

El criterio lingüístico de selección de documentos en el catálogo: la lengua “nacional”

El presente catálogo selecciona documentos correspondientes al siglo XIV, los 29 primeros volúmenes del registro, restando los del período 1300 a 1325 que forman una laguna documental, que es la mayor de toda la serie; dándose otras de menor entidad. Aunque el título del catálogo indica que se recopilan textos del siglo XIV, en realidad el volumen solo recoge cartas comprendidas solo entre 1299 y 1348.

Es sabido que un catálogo documental recopila, en virtud de un criterio subjetivo por parte del autor, una serie de documentos comprendidos generalmente dentro de un ámbito cronológico concreto, ya sea un ciclo temporal como un siglo, ya sea un período institucional como el de un reinado. En nuestro caso, si tomamos como referencia el título de la obra, referido al siglo XIV, observamos que faltan documentos de la segunda mitad de la mencionada centuria. Esto es indicado por los autores mediante tres argumentos:

A. Selección exclusiva de documentos intitulados por los obispos, descartándose los correspondientes a los vicarios generales, que gobernaron la diócesis por delegación en determinados períodos que fueron frecuentes en la segunda mitad del siglo XIV.

B. Se localizan también en este período muchas cartas de terceros dirigidas al obispo o a los vicarios, que están copiadas íntegra o fragmentariamente e insertas en los cuadernos.

C. Se seleccionan exclusivamente los documentos escritos en catalán entre la masa de documentos en latín.

Los documentos en lengua catalana son minoritarios dentro de la serie documental, estando la mayoría elaborados en lengua latina. Esta dinámica es idéntica a la documentación diocesana o capitular de la inmensa mayoría de institutciones eclesiásticas bajomedievales de los reinos hispánicos y paralela a las de todo el Occidente medieval. El siglo XIII fue el momento en el que la documentación comenzó a escribirse en parte en las lenguas romances de cada territorio de la antigua Romania. La solución a estos matices hubiera estado en sustituir el título de la obra por el otro de "Cartas en lengua catalana del obispo de Gerona. Siglo XIV".

Los autores reconocen la arbitrariedad del criterio selectivo que han usado –exclusivamente la lengua catalana-, que pudiera denotar algún sesgo nacionalista a la hora de abordar la creación de este catálogo como tesela del proyecto Corpus Scriptorum Cataloniae en el que se enmarca esta obra, totalmente aislado de cualquier matiz que recuerde la idea de una comunidad cultural hispánica. Los autores aportan al respecto un importante e interesante dato empírico: que los obispos de Gerona, a partir de finales del siglo XIII, se sirvieron del catalán en sus relaciones con gran parte de sus interlocutores laicos y, de manera muy especial, sirvió como medio de comunicación en sus relaciones con los bailes episcopales, sus hombres de confianza encargados de la administración de su jurisdicción episcopal. Pero, este hecho no es exclusivo de Cataluña, pues, por ejemplo, en Galicia la documentación de la administración de las mesas episcopales y capitulares de Lugo, desde finales del siglo XIII y durante todo el siglo XIV usaron como vehículo la lengua gallega. En nuestra opinión, el verdadero hecho no es el del auge de las “lenguas nacionales” en los canales de comunicación cotidianos, sino más bien que estamos ante el significativo acontecimiento general del posicionamiento de las lenguas romances vernáculas como registros de comunicación cotidiana, frente al latín.

Este es un mundo todavía por explorar en produndidad con verdadero sentido científico. A partir del siglo XIX con el auge de los nacionalismos ibéricos, asistimos a una negación de la koiné iberorromance o de la cultura española, aunque fuera bajo la semblanza del adjetivo hispánico. Mientras que en el siglo XIX se creó el famoso Monumenta Germaniae Historica que compilaba todo tipo de textos, no ya en alguna lengua germánica o en sus variedades, sino productos culturales y jurídicos en lengua latina, procedente de distintos países y territorios europeos que tuvieran relación con algunos de los pueblos germánicos que sucedieron a la unidad imperial romana. En España surgieron años después productos "globalizantes” como el Corpus Inscriptionum Latinarum Hispaniae, concebido como una tesela para el gran mosáico del Corpus Latinarum de la Europa heredera de la romanidad. Todos ellos eran proyectos globalizadores y encaminados hacia una cultura europea con raíces comunes.

El criterio selectivo de este catálogo de documentos episcopales es legítimo, y, además, nos aporta interesantes datos en el ámbito de la “intrahistoria”. Por ejemplo, los documentos episcopales aparecen todos con la data tópica de Gerona, es decir, nunca aparece la moderna forma Girona. El Gerona castellano parece ser, antes que una deformación del término actual Girona en catalán, una adopción literal de topónimo gerundense ya en la Edad Media por parte de la lengua castellana; lengua ésta que presenta uno de los más altos grados de fusión cultural y cosmopolitismo ibérico.

Si leemos las cartas episcopales gerundenses de este catálogo cualquier lector tras una habituación más o menos rápida puede encontrar rasgos fonéticos, gramaticales y lingüísticos que recueerdan en algunos aspectos al castellano usado en el Poema de Mio Cid.

Son muchos los elementos que vinculan a esta lengua catalana del siglo XIV con la cultura hispánica de su época. En la nota 347, página 231, aparece el obispo Ènnec de Vallterra. El nombre de este personaje es el actual Enneco euskera, referido al nombre Íñigo (Innico, Enneco), a su vez eco de los antróponimos que se registran en las inscripciones de la prerrománica cultura ibérica.

El Monolingüismo complejo del iberorromance medieval

Las observaciones anteriores nos recuerdan una de las más recientes líneas de investigación sobre la cultura hispana medieval y, en concreto, los trabajos de Roger WRIGHT, de la Universidad de Liverpool (“La sociolingüística y la sociofilología del siglo XII”, en Carlos SÁEZ (ed.), Actas del VI Congreso Internacional de Historia de la Cultura Escrita, vol. II. Madrid: Calambur, 2002; pp. 15-38).

En este trabajo, R. Wright indaga sobre el contexto intelectual y la formación de los escribas hispanos del siglo XII. Este autor valora ese siglo como transicional entre el siglo XI, ... “en que la comunidad de habla iberorromance era en esencia monolingüe, limitándose a un solo estándar escrito, y el siglo trece, en el que vemos varias lenguas romances, distinguidas geográficamente de una manera más o menos clara, escritas de sendas maneras, además de un latín medieval más anticuado que antes” (p. 16).

En los siglos X y XI, la abadía de Santa María de Ripoll, era un foco cultural específico de la España cristiana altomedieval; antes que se hablara de la Escuela de Traductores de Toledo, creada ésta, no en un contexto andalusí, sino cristiano bajo la iniciativa del movimiento cultural del reino castellano-leonés de Alfonso X en el siglo XIII. A Ripoll fue a formarse Gerberto de Aurillac, futuro papa Silvestre II, buscando ampliar sus conocimientos, en un entorno cosmopolita, de frontera, de osmosis, como eran los reinos cristianos medievales hispanos, que actuaban de puente cultural entre Alandalus y la Europa Occidental.

El cosmopolitismo cultural altomedieval hispano iba de la mano del monolingüismo consistente en una “comprensibilidad del romance por toda la Romania”. Como nos recuerda Wright, a finales del s. VI San Martín de Braga llegó de Panonia a Galicia, para predicar a los analfabetos campesinos, que parece que le comprendían bastante bien. A mediados del s. IX, San Eulogio de Córdoba viajó desde su ciudad natal hasta el monasterio pirenáico de Leyre, donde parece que se comunicaba con el abad Wiliesindo sin dificultades lingüísticas; Eulogio hablaría con un marcado acento cordobés y Wiliesindo con el acento navarro de la época, pero con toda seguridad se entendían y sabemos que se escribían usando la única modalidad escrita latina. En los siglos X y XI emigraron a Asturias muchos exiliados cristianos de Alandalus para trabajar como escribas y notarios, sin que se puedan notar problemas algunos en los textos que redactaron, ni explícitos, ni implícitos, de falta de comunicación entre estos escribas y sus clientes asturianos y gallegos (p. 22-23). R. Wright indica que, aunque centrado en el período altomedieval, las fronteras lingüísticas no estorbaban la comunicación entre los habitantes de la Península Ibérica.

Este autor saca a colación la carta que el conde de Barcelona dirige a Ruy Díaz, el Cid (cap. 38 de la Historia Roderici), donde se encuentra una clara distinción entre el romance peninsular frente al romance francés, éste como propio de más allá de los Pirineos. Hasta el siglo XIII no hay una diferenciación clara de la concepción de lenguas vernáculas, nunca concebidas como sustantivos metalingüísticos (p. 31-32). Las lenguas romances diferenciadas para cada reino político de la Península sería una “invención conceptual” del siglo XIII, que parte del contexto de monolingüismo complejo del siglo XII.

La influencia francesa no es exclusiva de Cataluña, los francos entraron en masas anónimas tanto por el Camino de Santiago, a las batallas de la Reconquista, en la Reforma Gregoriana así como en grupos de anónimos repobladores en amplias zonas de Castilla.

Datos catalográficos:
Autor/es: PUIG I OLIVER, J. de y MARQUÈS I PLANAGUMÀ, J. M.
Título: Lletres del Bisbe de Girona. Segle XIV = Cartas del Obispo de Gerona. Siglo XIV.
Lugar: Barcelona
Editor/es: Instituto de Estudios Catalanes, Facultad de Teología de Cataluña y Ayuntamiento de Gerona.
Año: 2007.
ISBN: (IEC) 978-84-7283-916-8; (FTC) 978-84-935144-6-4.
D.L.: B.26275-2007


Madrid, 27 de febrero de 2007.

Alfonso Sánchez Mairena
Cuerpo Facultativo de Archiveros, Bibliotecarios y Arqueólogos